Diez consejos para escribir de Liliana Heker, la maestra del cuento



Liliana Heker, autora de libros clásicos como "Zona de clivaje" y "Los bordes de lo real" apunta a aspirantes a escritores, con los siguientes consejos


1.- Cómo se forma un escritor.

"Lo único que me motiva a dar talleres es que aquel que quiere escribir y que tiene una visión del mundo y un talento —sea mínimo o enorme— pueda hacer textos que merezcan ser leídos por otros, es decir: que merezcan ser textos literarios. Creo que nadie le puede enseñar a escribir a otro; cada escritor aprende por sí mismo. Pero el taller puede ser una parte de ese aprendizaje. La lectura, la propia reflexión, los errores y lo que uno vive, sin dudas, completan la formación de un escritor".

2.- Unidad de efecto.

"¿Qué caracteriza al buen cuento? Edgar Poe habla en La filosofía de la composición de la 'unidad de efecto'. Cuando uno piensa en la palabra 'efecto', piensa en un baldazo o en luces multicolores al final. Pero no siempre es así. El final puede no ser un acontecimiento extraordinario sino simplemente una frase, pero que cierra el cuento. El cuento tiene esa 'unidad de efecto' cuando produjo el efecto que buscaba. Ahí se terminó".

3.- Pocas herramientas para contar.

"Si transcribiéramos el episodio que alguien nos cuenta y nos atrapa, seguramente no sería tan apasionante. En la escritura hay muchos componentes que no entran, como el contexto, la voz, el tono. Uno no tiene más que palabras y signos de puntuación —¡miren qué poquito!— para decirlo todo. Entonces, eso que vuelve apasionante a la historia de alguna manera tiene que estar sugerido o estar debajo de lo que se cuenta o en el tono o en el lenguaje. Ahí está la destreza o el talento para escribir un cuento".

4.- Rigor.

"Cuando uno lee una novela que le gusta no quiere que termine nunca. Uno convive con la novela, entra y sale, le gustaría que nunca terminase. Pero cuando uno lee un cuento que le fascina, lo que quiere es que nada lo interrumpa porque quiere llegar al final. Esa es la diferencia fundamental entre el cuento y la novela. Por eso, como decía Horacio Quiroga, el cuento es una novela sin ripios. Yo discuto un poco esa definición, creo que la novela tampoco tiene que tener ripios. Pero el cuento exige un rigor extremo: nada puede sobrar, nada puede faltar".

5.- Lector.

"Por ahí, lo que estás escribiendo te evoca un cuento que leíste alguna vez y que contaba algo parecido. Cuando uno es consciente de lo que está buscando no imita. Simplemente desarma el mecanismo y lo recrea. Pero cuando uno no hace eso, se le queda pegada la música del otro. Por ejemplo: Cortázar, maravilloso como era, es un escritor peligroso para el que no es consciente de los mecanismos que tenía. Les puedo decir que, sobre todo en los 60 y principios de los 70, en los concursos literarios la mitad de los cuentos eran cuentos de Cortázar".

6.- Corrección.

"Cuando uno empieza a escribir sabe qué quiere hacer, sabe qué tono usar y qué efecto quiere lograr al final. De ahí a conseguirlo, hay una gran distancia. La primera versión siempre es un mal necesario. Además: ¿por qué a uno le va a salir bien de entrada? No hay que tener miedo a la corrección. En cualquier disciplina artística, corregir es buscar".

7.- Más corrección.

"¿Cuándo se termina un cuento? Nunca. Borges y Abelardo Castillo, por ejemplo, corregían los cuentos de una edición a otra. Uno nunca termina; en algún momento dice 'Hasta acá llegué' y, sin embargo, a los dos años lo vuelve a tocar. La verdad es que un cuento no está nunca terminado. Uno se acerca lo más que puede a eso que quería hacer".

8.- Ansiedad.

"Uno escribe con todo lo que es, con las propias locuras, con las obsesiones; hay gente paciente y hay gente impaciente. Pero creo que la literatura no es para ansiosos. No hay que apurarse. Si uno necesita corregir diez veces un cuento para que sea como quiere, está muy bien, porque ese trabajo es maravilloso. Y tampoco hay que apurarse a publicar. No importa para nada cuánto se tarda en publicar, lo que importa es qué se publica".

9.- Finales.

"Cuando me siento a escribir, sé a dónde voy a ir. Si uno no sabe a dónde va a parar, no se tiene que sentar a escribir porque va a escribir esperando que le caiga un buen final del cielo. Y los buenos finales no suelen caer del cielo. En cambio, si uno sabe a dónde va a ir a parar, puede escribir una primera versión muy mala, pero donde va a haber un esqueleto, una columna vertebral. Pero tiene que tener el final. Yo creo que el final es a priori. Todo cuento tiene un final incorporado: el cuento es el final".

10.- Principios.


"El final suele venir incorporado en el cuento; el principio nunca está dado. ¿Por dónde se empieza la historia? No hay nada determinado. Encontrar el principio es más complejo, pero cuando lo encuentra tiene al cuento. Porque no solo tiene dónde arranca sino que también tiene la voz, el ritmo. El principio marca todo. No es fácil dar con el principio, pero es fundamental. Es la frase que te hace entrar al mundo que querés contar".

Enseñanzas de un escritor

 "Conversación en Princenton" reúne un curso reciente dictado por Mario Vargas Llosa. El libro analiza el método creativo del Nobel peruano a partir de cinco de sus obras. Un apartado plantea el debate acerca de hasta qué punto un novelista debe apegarse a la verdad histórica.

El volumen recopila las clases que Mario Vargas Llosa dictó junto con el profesor Rubén Gallo.
De las dos categorías en las que Borges dividía a los novelistas, aquellos que se interesan por los "procedimientos de la novela" y los que reparan más en "la vida y el destino de sus personajes", Mario Vargas Llosa podría ser ubicado en la primera. Desde siempre ha sido un apasionado de la técnica literaria, que profundizó leyendo a Faulkner con lápiz y papel, y un paladín de la constancia y la escritura metódica, a imagen del heroico Flaubert. Su obra ensayística está sembrada de ideas y opiniones sobre el oficio y al menos uno de sus libros, el entretenido Cartas a un novelista (1997), trata en exclusiva acerca de la sabiduría creativa que acumuló en seis décadas de profesión y docencia universitaria.

El último libro que publicó va en la misma línea. Es la recopilación del curso que impartió en la estadounidense Universidad de Princeton junto con el catedrático Rubén Gallo, a un grupo de alumnos con los que ambos debatieron el proceso de escritura del Premio Nobel de Literatura 2010.
En el volumen, titulado Conversación en Princeton (Alfaguara), se toman cinco obras de Vargas Llosa - la impresionante Conversación en la catedral, junto con Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, La fiesta del Chivo y El pez en el agua-, como excusa para debatir la relación entre historia y ficción.

Al presentar la obra en Madrid, Vargas Llosa explicó que, antes de empezar a escribir, hace siempre una gran tarea de investigación, no como un sociólogo ni como un historiador, "sino para poder mentir con conocimiento de causa".

El Nobel peruano aseguró que a lo largo de los años fue cambiando en su forma de escribir pero confesó que no es consciente "de la naturaleza del cambio".

"Borges dijo que cuando uno empieza a escribir le interesa mucho la complejidad y luego descubre que lo importante es la claridad y hay mucho de cierto en esa teoría", recalcó Vargas Llosa, quien en sus últimas novelas (El héroe discreto, Cinco esquinas) eligió estructuras más simples y buscó contar historias llanas, directas.

Por eso, agregó, en su literatura hay ahora más transparencia, y el lenguaje es menos enrevesado y menos barroco que en sus obras de juventud, una época en la que "se tiene la idea falsa de que la oscuridad representa profundidad. ¡Mentira!". Allí el parangón con Borges es exactísimo: el autor de Ficciones hizo el mismo recorrido, del barroquismo inspirado en Quevedo y Lugones a la sencillez más depurada.

Las lecciones de Conversación en Princeton, que está dividido en ocho secciones o ensayos, también desvelan el oficio de Vargas Llosa y sus ideas literarias en relación al periodismo, la política, el espíritu crítico o la libertad de expresión.

El catedrático Rubén Gallo transcribió las horas de grabación de las clases que se impartieron en el segundo semestre de 2015 y en las que además abordaron aspectos de la actualidad como la amenaza del extremismo islámico.

LA POLITICA

Así, el libro incluye un encuentro con Philippe Lancon, periodista de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, sobreviviente del atentado terrorista perpetrado en ese mismo año, en el que sus testimonios se alternan con las reflexiones de escritor sobre el terrorismo fundamentalista como el gran desafío a las sociedades democráticas.

En la presentación, Vargas Llosa destacó que, a diferencia lo que le sucedía a él en su juventud, a los escritores jóvenes latinoamericanos no les interesa la política, y abrió el debate respecto de si un escritor que escribe una novela sobre hechos históricos debe respetar la verdad.

Vargas Llosa puso el ejemplo de León Tolstoi, quien en la monumental Guerra y paz "presentó mentiras como verdades que al final han prevalecido sobre las verdades históricas".

"A los escritores jóvenes no les interesa la política. Se ocupan de la literatura como un campo que no debe mezclarse con la política, algo que yo no comparto, están mas cerca de los escritores europeos y americanos. Nosotros teníamos la obligación moral de participar en el debate político", señaló el autor de La guerra del fin del mundo.

A su juicio, la carga política de la literatura es inevitable y cobra especial relevancia bajo los regímenes totalitarios.

El escritor también se mostró muy crítico con las nuevas tecnologías. Considera que "en las redes sociales está la caricatura del lenguaje", un modo de expresarse que le parece "espantoso" y, en última instancia, la negación misma de la literatura.

Vargas Llosa sigue "creyendo que la literatura es fundamental para la formación de una sociedad libre y democrática. Una sociedad con lectores es mucho más difícil de manipular por los poderes".

Si la literatura no sobrevive, advirtió, "la sociedad del futuro no va a ser nada envidiable y ejemplar; puede ser floreciente en tecnologías pero invivible para alguien con sensibilidad y cierta cultura".

"Solo la buena literatura enseña las posibilidades de la lengua, enseña a matizar, a ser preciso, claro y coherente", indicó.

El Nobel de Literatura 2010 acaba de terminar un ensayo, que tiempo atrás había presentado, con cierta ambición, como una historia intelectual del liberalismo, desde Adam Smith en adelante. Ese proyecto, al que reconocía inspirado en el clásico Hacia la estación de Finlandia, de Edmund Wilson, que hizo lo mismo pero con la historia del pensamiento socialista, pareció quedar reducido ahora a una menor dimensión.

En sus palabras, será "algo así como una autobiografía intelectual y política a través de algunos pensadores que me han marcado muchísimo"

¿Qué vemos en una foto?



Todos los días miramos muchas fotos. En casa, en la escuela, en la calle, en las revistas, las fotos sirven para enterarnos de cosas, para conocer lugares, para recordar cumpleaños, amigos o vacaciones. También son importantes para darnos cuenta de cómo cambiamos a través del tiempo y para conocer el pasado.

Para aprender cosas del pasado a través de una fotografía no basta con darle una miradita rápida. Hay que observarla con atención, fijarse en los objetos o personas que están en el fondo, tener en cuenta los detalles, comparar lo que observamos con lo que sucede en la actualidad, imaginar qué hacían las personas de la imagen antes y después del instante en el que fueron fotografiadas. Y jamás hay que olvidar que, detrás de la imagen, hubo alguien que decidió captar esa escena de un determinado modo.


  1. El lugar y los objetos de la fotografía
    • Describir el lugar.
    • Indicar qué están haciendo las personas allí.
    • Comentar cómo es el paisaje y el clima. ¿Es verano, invierno, otoño o primavera?
    • Indicar qué otras actividades se pueden hacer en ese lugar.
    • Hacer una lista con las construcciones que se observan (edificios, calles). Anotar también de qué material están hechas, si parecen antiguas o nuevas, etcétera.
    • Hacer una lista con todos los objetos que aparezcan en la foto, aun los más pequeños e insignificantes.
    • Describir los objetos, imaginar para qué se usaban, deducir qué pistas pueden dar sobre la situación, compararlos con objetos actuales.

  2. El fotógrafo
    • Indicar dónde estaba ubicado.
    • Imaginar la razón por la cual habrá tomado esa foto.
Todas estas pautas pueden servir para leer una foto, de modo que nos cuente sobre épocas pasadas y sobre los cambios ocurridos hasta la actualidad. No es necesario contestar todas las preguntas ni realizar todas las consignas. Depende de la fotografía que elijamos.