Escribir



Producción fotográfica Walter Ricci
Escribir para el hombre es dar cumplimiento a la celebración de un encuentro superlativo con la realidad. En tal encuentro, la palabra ha dejado atrás el pálido valor que le sugiere la costumbre y la función que ahoga la retórica sin sustancia.

Es una lucha incesante en pos de un equilibrio momentáneo, una pena sin pausa en la que el alma ignora el sosiego de la certeza. La angustia no nos ampara de la duda, a pesar de la fe, y con altura se justifican y califican a quienes la padecen como propia.

Es un acto de amor, de entrega del hombre a la palabra. Octavio Paz escribió que es la fe hecha de duda y entrega, de diaria pena y de diaria alegría, de largos trabajos y breves iluminaciones.-

Fe literaria


Portaplumas artesanal realizado en madera Pinotea

Al igual que otras manifestaciones de la fe, la fe literaria responde a un llamado para quien la escucha. Es como un destino personal incorporado mucho antes de estar persuadido de su valor social y encausa la necesidad subjetiva de escribir, porque la propia vida habita en los dilemas esenciales de los sentidos.

Todos los esfuerzos que diariamente se realizan desde distintos ámbitos sobre la muerte de la literatura o para denunciar su definitiva relevancia, sólo intentan señalar de distintos modos, que se ha roto la consumación emocional del hombre con la palabra.

El escritor se niega a vivir al margen de la pasión, porque en su palabra está su pasión y en ella se consuma la devoción que lo inspira. Porque al escribir no avanza hacia lo que sabe, sino hacia lo que no puede vivir y hace posible lo que la percepción vulgar piensa que es inviable.

La vida y la muerte que cada uno de nosotros debe soportar, tener, y también bendecir.

La palabra vivida

Composición fotográfica Walter Ricci


En un principio, cuándo estemos bajo el síndrome de la hoja en blanco, y luego los resultados a los que lleguemos no satisfagan a otros, ni a nosotros mismos, estaremos siempre convencidos de que somos escritores, que nuestra necesidad de escribir aflora de nuestra más íntima posibilidad de existencia.

La disponibilidad interior hacia la literatura, -concebida como modo de realización superior- no encuentra sustento en la promesa de un inequívoco logro venidero. Se nutre en la experiencia efectiva de un goce que también es compulsión y obsesión, transformado en un encuentro con la palabra vivida como relación suprema y simultánea entre lo hermoso y la verdad.

Esa palabra no sólo se ha manifestado como instancia culminante del espíritu, se ha revelado a sí mismo como la única a cuyo contacto uno se siente respirando con libertad.-